Disculpas
Disculpas
Lo más atroz de las cosas malas
de la gente mala es el silencio
y la pasividad de la gente buena.
Mahatma Gandhi
La libertad de expresión es una de las propiedades más nombradas en las sociedades democráticas. Con este derecho, cada persona puede expresar sus ideas y razonamientos mediante palabras, imágenes, sonidos o cualquier otro medio, sin obstáculos, disposiciones, instrucciones, permisos o censuras de la autoridad.
Esta libertad, a su vez, es resultado de la libertad de pensamiento y de la libertad de opinión. Libertades que, en sí mismas, forman un derecho absoluto, pues cada cual es libre de pensar y de opinar como estime oportuno.
Sin embargo, aquello que se expresa tiene unos límites. Estas fronteras son los derechos de las demás personas, para que se respete su dignidad, consideración, intimidad y fama. Derechos planteados también para la sociedad en general, con el fin de estar a salvo de opiniones o pensamientos atentatorios contra la convivencia y el orden público democráticos.
Del mismo modo, la libertad de expresión está en íntimo contacto con la libertad de enseñanza: el derecho a aprender y a enseñar sin imposiciones gubernativas, la libertad de cátedra: el derecho del docente a exponer los conocimientos sin interferencias estatales ni sujeción a doctrinas oficiales, y la libertad de información: el derecho a difundir y recibir información independiente por cualquier medio, sin censura ni instrucciones impuestas.
De aquí parte la libertad de prensa: derecho que conlleva la inmunidad de los medios de información – televisiones, radios, periódicos, libros y revistas – respecto al control o la censura del gobierno. Los medios de información de masas representan un gran poder que puede actuar hasta el extremo de representar un importante medio de crítica del gobierno, lo cual es conveniente en democracia.
Pero cuando las técnicas informativas se monopolizan alrededor de determinados intereses y distorsionan la realidad, la propia diversidad queda degradada en cuanto a su valor democrático, deformando la prensa, la información, la cátedra, la enseñanza, la opinión, el pensamiento y hasta su expresión.
Muchos medios informativos están dirigidos y financiados por poderosos partidos en el gobierno, haciendo bueno el dicho “cuanta más devoción más razones para mentir”. Sin embargo, durante los últimos años el poder de persuasión de estos medios se ha visto afectado por la invasión de prensa gratuita y, sobre todo, por páginas y foros expresivos de Internet, auténtica calle de la libertad de la opinión popular, al menos hasta ahora. La competencia informativa es voraz en nuestra sociedad actual y esta saturación de datos confunde mucho más que informa o aclara.
En Valdemoro, la utilización de Internet por la gente como medio de expresión y denuncia también se ha hecho notar. Entre plumillas verduleras, lapicerillos chapuceros, desatinos y amenazas emitidas, arbitrarios y oficiales palos de ciego, saltimbanquis buscavidas, sabandijas acusicas, traperos vendemadres, triperos comecarroñas y petimetres sin padre, destacan personas que, con decidido esfuerzo, aclaran y hacen ver nuestra Historia reciente.
Hasta el momento, los políticos democráticos y valdemoreños que han sido puestos en duda por probables prevaricaciones, malversaciones o abusos de poder a sabiendas para beneficio propio o de sus allegados, han seguido haciéndolo como si tal cosa o, como mucho, han abandonado la política poniendo excusas tan peregrinas como “no estar de acuerdo con la oposición planteada por su partido”, “no querer seguir perjudicando más a su partido en Valdemoro”, o “motivos de salud”.
Unos desaparecen como si hubiesen sido tragados por algunos de esos monstruos de ladrillo con los que siguen especulando. Otros se permiten volver a la política con otro nombre y otra chaqueta, como si no hubiera pasado nada de lo transgredido, con nuevos bríos y respaldos, descansados, con la lengua más suelta, diciendo de corrido lo que los vecinos quieren oír.
Está visto que nuestros políticos no quieren saber mucho sobre derechos, dignidad, consideración, intimidad y fama de sus gobernados. Sus humillaciones y estafas para con ellos así lo manifiestan. Tampoco saben pedir excusas y menos en compañía de franqueza.
Mientras esperamos que su ignorancia se enmiende y aprendan a pedir disculpas en público tan bien como a recitar paparruchas, será bueno leer a aquellas personas que escriben de forma independiente para mostrar sus velos, maquillajes y disfraces.
También será bueno conocer que estas personas, sin recibir nada a cambio, están dejando buena parte de su vida en ello y que, hasta que nuestra Villa cambie para bien de forma ostensible gracias al esfuerzo común, cosa tal vez improbable, sus nombres seguirán siendo don Nadie y doña Nada.
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