Valdemoro Réquiem...

Bienvenidas sean, gentes de Valdemoro y de más allá de este bendito foro. Soy Baldomero Descartes. Nací en Valdemoro hace ochenta años y unos cuantos meses. Caí en medio de la Plaza de la Villa, la que hoy es de la Constitución. Quiso Dios que mi querida madre diera a luz allí mismo, hiciera anécdota y me trajera a este mundo lleno de tinieblas...

martes, octubre 31, 2006

Réquiem por Valdemoro (9 cantos con música aparte)

Réquiem por Valdemoro
(nueve cantos con música aparte)


1 - Baldomero y Valdemoro
Bienvenidas sean, gentes de Valdemoro y de más allá de este bendito foro. Soy Baldomero Descartes. Nací en Valdemoro hace ochenta años y unos cuantos meses. Caí en medio de la Plaza de la Villa, la que hoy es de la Constitución. Quiso Dios que mi querida madre diera a luz allí mismo, hiciera anécdota y me trajera a este mundo lleno de tinieblas. Eran otros tiempos, claro está, rondaba el año 1926 y la dictadura del general Primo de Rivera.
De noche, casi todas las familias se iluminaban con tenues y seguras luces de candil. Muchas casas tenían patio y huerto, donde los críos de entonces podíamos aprender y jugar en comunión con nuestras raíces. Las calles no estaban adoquinadas ni había carreteras asfaltadas. Pese a las dificultades que teníamos, pisábamos tierra la mayor parte del tiempo para trabajar, divertirnos, convivir y vivir.
Desde aquellos días, las cosas han cambiado bastante. Se dice por doquier que hemos progresado. Pero yo no estoy tan convencido. Tengo hijos, nietos y bisnietos. Con mis actos, a mis inmediatos descendientes espero haberles transmitido esos tesoros morales que posibilitan llevar una vida digna y plena. Dios quiera que no me equivoque y sigan ellos haciendo lo mismo.
Pese a tanto vivido y luchado a mi edad, dicen que la Tercera y última, no me conformo sólo con que no me toquen la pensión por jubilación, con mis partiditas de cartas en el Centro de Jubilados, con mis tranquilos paseos y con mis poquitas cosas más. Prefiero no quedarme arrinconado ahí como un vejestorio. Mi cabeza vive lo presente con intensidad, sigo siendo joven aunque esté arrugado por el tiempo.
Sé que mi fin en este mundo está cada día más próximo, como el de cualquier ser humano. Pero también sé que mi vida no terminará cuando yo muera. Soy consciente de que cuanto yo haga aquí repercutirá en las vidas futuras. Mi blanco cabello, mi valiosa experiencia y mi activo corazón, conocedor de la deteriorada situación que atraviesa nuestra sociedad y nuestra apreciable Villa, me llevan a declararme sin duda valdemoreño insumiso e inconforme.
Desde mi jubilación, hace unos cuantos años ya, mi presencia es asidua en actos culturales, inauguraciones, debates políticos y plenos del Ayuntamiento. Sin llamar la atención, aprovecho cada instante de mi vida para empaparme de aquello interesante que me rodea. Pongo mucho interés en escuchar a los demás, no tanto por lo que dicen, como por lo que hacen mientras lo dicen. Y a estas alturas, tengo empapados mis añejos huesos de mi querida Villa y de sus estimables habitantes.
Valdemoro ha crecido los últimos años una barbaridad. Cuando yo nací, en 1926, éramos poco más de tres mil vecinos. La Guerra Civil del 36 bajó esa tasa, como diría un hábil dominador de eufemismos. En los años 60 casi llegamos a los cuatro mil quinientos. En los 70 pasábamos de los seis mil. En los 80 teníamos más de trece mil, más del doble que diez años atrás. En el año 1999 rondábamos las veinticinco mil personas en el municipio. Y en 2006, estamos tocando los cincuenta mil habitantes.
Tomemos nota. En los últimos siete años ha habido en Valdemoro un aumento desorbitado de población. Ningún municipio que se precie puede soportar este forzado cambio sin tener serios problemas como consecuencia. Serios problemas que son muy difíciles de atajar, controlar y solucionar de forma rápida y eficaz.
Por ello, la instalación de nuevas infraestructuras, inmuebles, negocios y otros servicios, necesita de tiempo reflexivo. Tiempo para estudiarse, sopesarse, organizarse, decidirse y realizarse de forma coherente y beneficiosa para todos los habitantes de la población en cuestión.
Los tiempos han cambiado, sin duda alguna. Me lo recuerda a cada paso el descomunal precio de las viviendas actuales, los diarios e inevitables atascos de vehículos, las deficiencias del transporte público, la ausencia de trabajos decentes, duraderos y bien pagados, el alarmante aumento de los delitos comunes, la creciente cantidad de mendigos deambulando por nuestras calles, y, sobre todas estas delicadas cosas, la espinosa falta de tacto en la convivencia vecinal.
Es pieza de museo el vecino que no va a su puñetero avío, con prisa casi siempre. El humor brilla por su ausencia, como la luz del Sol en día tormentoso. Las caras van tan largas que parecen pintadas por siniestro Greco. Oír un espontáneo saludo o ver una expresión gentil se está convirtiendo en una anécdota. Como le sucedió al fornido hombre de Neandertal o al sabroso pan de horno de leña, la amabilidad está a punto de extinguirse. De eso sabe mucho la enmarañada, fría y despiadada Madrid.
El caos madrileño ha salpicado a la mayoría de los municipios de la Provincia. Mucha gente huye de la gran urbe, hastiada por tanta nadería y encarecimiento de la vida, demente paradoja contemporánea. Valdemoro se ha convertido por ello, como tantos términos de la Comunidad, en otra ciudad dormitorio para habitantes cansados de la metrópoli.
Los mayores despiertos que aún vivimos, hemos soportado muchas calamidades y las penurias que llevan consigo. Entre ellas la guerra y sus miserias. No obstante, entre escasez y tragedia, había algo que muchos de nosotros no solíamos olvidar: el Civismo. Respeto, cortesía, amabilidad, deferencia, educación o urbanidad eran valores que animábamos en numerosas ocasiones.
Me consta que muchas personas veteranas de esta Villa añoran tiempos pasados. No es de extrañar. En sus recuerdos prevalecen la tranquilidad y la cordialidad de la antigua vida diaria. Sus conversaciones están llenas de anécdotas, vivencias y memorias que deleitan sobremanera sus años postreros, la guinda de sus existencias. A mí me sucede lo mismo.
Estas almas valdemoreñas suelen llevar consigo ricas experiencias, no pocas trágicas. Pero todas ellas aleccionadoras, dignas de tenerse en cuenta. Palabras importantes, historias de vidas cercanas que sirven de lecciones futuras. Se valoren y asimilen estas enseñanzas o no, el futuro de los mayores ya está hecho. Sin embargo, y de seguir así las cosas, no es muy halagüeño el panorama que se presenta a quienes nos siguen.

2 - La Bolsa de Desempleo
A simple vista, Valdemoro parece tener una Bolsa de Empleo con condiciones y medios para las personas que buscan trabajo. Dicha Bolsa está dentro del centro multidisciplinar Ramón Areces. Este edificio lleva el nombre de quien en 1935, a su vuelta de Cuba, compró una pequeña sastrería llamada El Corte Inglés y, haciendo uso de técnicas de venta practicadas en Estados Unidos y Canadá, la convirtió en una poderosa cadena de grandes almacenes.
Para apuntarse a la Bolsa de Empleo es necesario estar apuntado en el I.N.E.M., redundancia imprescindible para cualquier trámite en este sentido. Una vez apuntado y comprobado que se pertenece al club oficial de desempleados, se rellena una ficha con los datos personales, profesionales y de formación, y se entrega un currículum. A continuación, se define el perfil profesional del usuario y se introducen sus datos en la base de datos de la Bolsa. Esta base de datos son unos archivadores Din A-4, de los antiguos, baratos y pesados.
Una vez fichados los demandantes, el personal administrativo que los atiende cierra la carpeta y los archiva en un mueble. Con esta recepción e inclusión, las personas usuarias ya pueden, si quieren y les viene de gusto, revisar las ofertas disponibles de empleo. Dichas ofertas, con un número de referencia cada una, están colgadas en unos paneles situados en la pared del piso bajo, a la derecha según se entra en el edificio.
Las proposiciones de trabajo, así dispuestas, carecen de orientación y de atención profesional, están dejadas al libre albedrío. Si alguna de estas ofertas atrae a alguna persona apuntada en la Bolsa que deambule por allí, ésta deberá dar el número de referencia. Entonces, en la administración de la Bolsa le darán un papelito que suele incluir, aunque no siempre: número de la oferta laboral, nombre de la empresa, dirección donde se debe acudir para la entrevista, persona de contacto, teléfono y puesto de trabajo ofrecido.
Dicen que cada martes y viernes se renueva la lista de empleos ofertados. Pero cuando se solicitan y se verifica el contenido del papelito informativo, se comprueba que muchos trabajos están repetidos de semana en semana, cuando no de mes en mes. Otros muchos ni siquiera ofrecen contrato. Y demasiados, una vez llegados a la entrevista, no se ajustan a la información que consta en los archivos de la Bolsa, la que permanece dentro de sus toscos y cargados archivadores.
Desempleadas y desempleados deben renovar su demanda cada tres meses, siempre adjunta a la del INEM, sin que exista ninguna clase de seguimiento profesional y personalizado durante ese tiempo de las personas demandantes. Tampoco existen medios materiales suficientes y adecuados para que los usuarios de la Bolsa, portadores de una consabida precariedad económica, puedan tener apoyo o menor dificultad para su reincorporación a la vida laboral.
La Bolsa de Empleo de Valdemoro ajusta la gran mayoría de sus ofertas de empleo a los numerosos polígonos industriales que circundan el municipio. Todos estos negocios están necesitados de profesionales técnicos y administrativos. Este factor minimiza las posibilidades de otras personas con otro tipo de formación profesional. Quedando éstas automáticamente excluidas y a expensas de restos o caprichos laborales de toda condición.
Entre esto, existe lo que llaman Guía Activa de Empleo. Sostenida desde la Comunidad de Madrid, esta movida guía se vende como una Orientación Profesional. Bastantes personas desempleadas son enviadas a este apaño, sobre todo mujeres. En un cuartito enseñan a hacer un currículum, a saber dónde y cómo buscar trabajo, a afrontar una entrevista laboral sin cagarla… y a firmar un montón de hojas de visita para justificar tanta orientación.
El equipo orientador de la Bolsa también posee una carta mágica que utiliza como comodín para rellenar los agujeros abiertos en la nave del Empleo, se trata de los Cursos de Formación. Sin lugar a dudas, algunas personas los necesitan para formarse. No obstante, ofrecer cursos como sistema de ocupación es como tener tos y rascarse la barriga.
Utilizados así, no son más que un aparcamiento de la necesidad de tener un oficio honroso, una prolongación de la agonía laboral, social y personal de los desempleados, unos Cursos de Formación que, de tan manoseados, acaban siendo Cursos de Deformación.
Hace años que veo a universitarios jóvenes y no tan jóvenes, sin recomendación ni padrinos, tirar sus esforzados estudios a la basura y aceptar cualquier sucedáneo que les ofrecen en la Bolsa para poder sobrevivir, incluyendo cursos desconectados de su capacidad y trayectoria profesional.
Algunas de estas personas vienen de otros municipios y han repetido la Guía Activa unas cuantas veces. Aquí y allá les han dicho cómo se hace un currículum, cada vez de una forma diferente según los formadores y los equipos orientadores de cada lugar.
Rehechos de mil maneras diferentes, incontables parados han empapelado Valdemoro, Madrid capital, el resto de la Comunidad y gran parte del extranjero con sus currículums. Siempre con los mismos resultados: paros forzados y prolongados, y desorientación profesional.
Han seguido este tormentoso trayecto innumerables veces por haber conseguido, padecido y perdido mil trabajos precarios, sin garantías, llenos de porquería. En consonancia con estas baratijas, la Bolsa de Empleo de Valdemoro se revela como un amplio contenedor de desechos laborales.
Y si no, que se lo pregunten a los valdemoreños que se han visto forzados a emigrar para poder encontrar empleos adecuados a sus características, necesidades y formación. El problema es dónde encontrarlos ahora.
Si el asturiano Ramón Areces Rodríguez, sastre y emigrante de los de antes con portentosa visión comercial, levantara la cabeza y comprobase lo que se hace con el trabajo dentro del edificio que lleva su nombre, no tardaría mucho en zurcir con sus propias manos la boca y las entrañas de quienes se toman tan a la ligera algo tan sagrado como es el trabajo honroso, semilla del pan nuestro de cada día y del futuro comunal de nuestra Villa.

3 - Más Primos que Hermanos
Está claro que la Bolsa de Empleo del centro multidisciplinar Ramón Areces no da pie con bola. Dadas las circunstancias, la gente más enterada ha preferido no perder más el tiempo e intentar acceder a los puestos públicos del Ayuntamiento. En teoría y ateniéndose a la ley, nuestra Alcaldía debe ofertar cada año un número de éstos empleos. En la práctica, muchos de ellos no han sido del dominio público y sólo han podido conseguirlos personas con influyentes contactos y simpatías.
Visto el panorama valdemoreño de desempleo y desidia para los ciudadanos, muchas otras personas sin recursos ni amparo suficientes han pedido cita con nuestros gobernantes en repetidas ocasiones. Estas reclamaciones no han sido atendidas como corresponde y, cómo no, han saturado la paciencia de estos cabecillas.
Tantas peticiones arrinconadas han puesto sobre la mesa la calidad humana y profesional de la regencia valdemoreña. Sin embargo, y pese a las dificultades encontradas, la insistencia y el lloro de algunos desamparados les han hecho conseguir puestos de trabajo más o menos decentes dentro del estamento municipal.
No es de extrañar que esto fuera así hasta hace poco, pues el sueldo de un conserje del Ayuntamiento, uno de los más bajos, ronda ahora los mil cien euros por catorce pagas anuales. Buen sueldo, buen horario y escaso estrés laboral. En comparación con la mugrienta labor de la Bolsa de Empleo Ramón Areces, la Bolsa de Empleo del Ayuntamiento se revelaba, hasta hace unos meses, como un pequeño oasis entre el extenso desierto ocupacional valdemoreño.
Pero esta parte es la punta del iceberg. Cuando alguien empieza a bucear entre las heladas aguas de la Alcaldía de nuestro municipio, se queda como un témpano de hielo al conocer la flora y la fauna que se menea entre sus siniestras y oscuras profundidades.
El jueves, dos de marzo de 2006, apareció en el diario El Mundo una noticia que hizo temblar a nuestra Villa casi más que el terremoto de Lisboa del año 1755: el primer teniente de alcalde, y concejal de personal y deportes, presentaba su dimisión. Éste y otros medios de información contaron el supuesto motivo: tráfico de influencias y falsificación de documentos oficiales para favorecer a su hijo el acceso a la Policía Local. El alcalde presidente, jefe del concejal puesto en entredicho, contradecía esta versión declarando otra causa: motivos personales y de salud.
Encendidos por la enfermedad política, los dimes y diretes se dispararon como cohetes por toda nuestra Villa. A partir de ese sonado patinazo, las puertas de atrás del Cabildo se cerraron a cal y canto por orden tajante, cesándose de inmediato toda posible ayuda bajo cuerda. Si la escucha de la ciudadanía ya era poca y de mala gana, la obligada atención cesó por completo, salvo excepciones interesadas. El ambiente de la Casa del Pueblo se enrareció aún más desde aquel infausto mes de marzo.
Para intentar salir lo mejor posible del evidente entuerto, sus máximos ocupantes echaron mano de la inestimable ayuda de los asesores de imagen, de cagadas y de ajedrez. Consecuencia de ello fue un estratégico enroque de concejales y concejalías. Donde dije “digo”, digo “higo”, y no Diego como dice el dicho. Y de un presunto “tráfico de influencias” y una “falsificación de documentos oficiales”, se pasó a una “remodelación del Gobierno” y a la “creación de dos nuevas concejalías previstas”. Todo un logro.
Como logro de tomo y lomo es que en la actualidad trabajen para nuestro Consistorio casi mil personas. Otros municipios colindantes, con una población semejante o mayor, tienen entre trescientas y quinientas personas en sus administraciones o servicios municipales.
El nepotismo y la sinecura circulan entre las paredes públicas de Valdemoro como Pedro por su casa. Deambulan como dueño y señora entre bandos, expropiaciones, concesiones, decretos, normas, avisos y otros vientos funcionarios.
Nepotismo y sinecura son palabras cuyos significados son poco conocidos en general. Sin embargo, son utilizadas muy a menudo dentro de los ámbitos de poder, tanto en absolutismos como en democracias. Nepotismo es la excesiva preferencia que algunas personas influyentes dan a sus parientes y colegas para ofrecerles concesiones o empleos públicos. Sinecura es el empleo o cargo retribuido que ocasiona poco o ningún trabajo.
Este escrito no menosprecia ni escatima elogios para las personas de buen talante y talento del Ayuntamiento valdemoreño. Gracias al Cielo, conozco a algunas que nos facilitan los trámites burocráticos y la existencia. Pero gran parte de los cargos municipales, que gozan cientos y cientos de favorecidos, han sido regalados por quienes podían a quienes querían, sirvieran para ellos o no.
Además, nuestro Gobierno está rodeado del llamado Personal de Confianza: personas que gozan de los favores de los cabecillas y, a la vez, asesoran sus movimientos, trabajan para ellos y hacen de eficaz filtro para que ningún ciudadano indeseable los moleste. Este dispuesto elenco, bien vestido, peinado y maquillado, es, a todas luces, el poder en la sombra.
La citada cuadrilla considera ciudadanos indeseables a quienes, por no encontrar justa salida a sus necesidades personales o familiares, demandan recursos y mejores servicios. Ante estos crecientes desheredados, el Personal de Confianza suele hacer gala de la indiferencia, el deprecio y la burla más rastreros y sibilinos. Estos correveidiles de confianza, maleducados y desconfiados, no gozan de buena prensa entre los habitantes de Valdemoro. Se han labrado su propia fama pública a golpes de gruesa descortesía y fina prepotencia.
Pese a las aparentes modernidades, en el fondo estamos practicando actitudes que se remontan a olvidados tiempos feudales. Estas encubiertas carencias que todos pagamos caro con nuestros impuestos, junto con el favoritismo casero y conchabado que ocupa la Casa de Todos de Valdemoro, han hecho que entre el desmedido personal municipal haya hoy más primos que hermanos.

4 - Retretes Sociales
Cuando ni la Bolsa de Empleo del centro Ramón Areces ni la del Ayuntamiento satisfacen las demandas de muchos ciudadanos, ¿qué se puede hacer entonces?, ¿adónde ir? En situación de paro e inestabilidad económica y social, ¿nos ampara la Ley?, ¿existe alguna institución que deba ayudarnos?
La joven Ley 11/2003, del 27 de marzo de los Servicios Sociales de la Comunidad de Madrid, ampara a todas aquellas personas que necesitan apoyo social. Estas personas deben recurrir a los Servicios Sociales de sus respectivos ayuntamientos, reclamar su obligada ayuda y hacerse valer.
“Esta Ley – según sus propias palabras – hace una apuesta fuerte por la Universalidad, la Equidad y la Igualdad de acceso de todos los ciudadanos a los Servicios Sociales, clarificando y consolidando firmemente sus derechos. Trata con madurez a los ciudadanos en cuanto a usuarios de los Servicios Sociales, respetando su dignidad y su libre elección entre las distintas opciones de Atención Social que puede ofrecerles el Sistema de Servicios Sociales.
La Comunidad de Madrid garantiza el desarrollo de la Acción Social con un sistema público de Servicios Sociales destinado al Bienestar Social. Mediante la prevención, eliminación o tratamiento de las causas que impidan o dificulten el pleno desarrollo de los individuos, o de los grupos en que los mismos se integran.
Los Servicios Sociales tienen por finalidad la promoción del bienestar de las personas, la prevención de situaciones de riesgo por causas naturales o sobrevenidas, y aquellas que se puedan producir en cada etapa de la vida y traducirse en problemas personales. El objetivo es el de asegurar el derecho de las personas a vivir dignamente durante todas las etapas de su vida, teniendo cubiertas sus necesidades sociales.
Se entienden como necesidades sociales las derivadas del derecho de la persona a realizarse como ser social en los ámbitos convivencial, interpersonal y familiar.
Los Derechos de los madrileños en relación con sus Servicios Sociales son:
- Ser protegidos por la Ley.
- Participar del sistema público de Servicios Sociales.
- El respeto de sus derechos humanos y libertades.
- Tener una atención individualizada.
- Facilitarles una información suficiente y veraz sobre las prestaciones y los recursos sociales disponibles.
- Recibir la Atención Social sin discriminación, opinión o cualquier otra circunstancia personal o social.
- Asignarles un profesional competente.
- Participar en la toma de decisiones sobre el proceso de intervención social.
- Disponer de confidencialidad.
- Disfrutar de continuidad en la prestación de la ayuda o servicio en los términos establecidos o convenidos.
- Hacer uso de los derechos en materia de atención a menores que establece el artículo 66 de la Ley 6/1995 de garantía de los derechos de la infancia y la adolescencia en la Comunidad de Madrid.
- Cesar voluntariamente, presentar sugerencias y reclamaciones relativas a la calidad de la atención y de las prestaciones recibidas.
- Y estar debidamente informados de los derechos anteriormente descritos.
Para una correcta intervención social es necesaria una coordinación con otros sistemas sociales afines: coordinación con el sistema Sanitario, con el Educativo, con los servicios de Empleo, de Formación, de Vivienda, y aquellos otros que puedan coincidir con los Servicios Sociales en áreas concretas de la Intervención Social.”
Pero a esta estupenda y actual Ley de Servicios Sociales madrileña le sucede lo mismo que a otros textos maravillosos y universales. Como a la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano de 1789 durante la Revolución Francesa, o la Declaración Universal de los Derechos Humanos hecha por la O.N.U. en 1948. Una cosa es la teoría, que hace llorar incluso por tanto derroche de justicia para todos, y otra muy distinta la jodida e hipócrita práctica diaria.
En tiempos no muy lejanos, la ayuda social no existía como tal. Lo más cercano a ella era esa cualidad humana conocida con el nombre de Caridad. Los buenos cristianos de entonces la entendían bien: el amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismos. Era una actitud solidaria con el sufrimiento ajeno, opuesta al pesar por el bien ajeno y al desprecio o el odio hacia nuestros semejantes. Abarcaba todo lo que tiene que ver con la necesidad humana para subsistir y salir adelante, desde el buen trato hasta el ofrecimiento de comida, dinero o cobijo. Hacían uso de esta virtud personas de cualidades elevadas, almas con un nivel moral y mental fuera de lo acostumbrado.
La amnésica Valdemoro del siglo XXI ha olvidado el correcto significado de esta estimable condición humana. Mujeres, hombres, personas mayores y familias con graves carencias lamentan cabeza gacha y en voz baja su falta de recursos. Necesitan desahogarse. Entre pena y pena, los pudientes con conciencia comentamos sus cercanas angustias. Entre chascarrillo y chascarrillo sobre el Ayuntamiento, nos hacemos cargo de lo que ocurre y reprendemos a la hostil y mezquina situación social que, en definitiva, nos envuelve y afecta a todos.
La incoherente ayuda social valdemoreña, llena de hostilidad, desatención y falta de recursos, hunde más en la desdicha, tanto material como moral, a quienes necesitan de asistencia y consideración. Bastante jodido lo tienen ya como para negarles sus derechos y, encima, escupirles a la cara.
Estos son los recursos administrativos y las extrañas limosnas que ofrecen:
- Una deficiente conexión con la deficiente Bolsa de Empleo Ramón Areces.
- La ausencia de viviendas para personas o familias necesitadas de casa y sin recursos para optar por una dentro del abusivo, impune y privado mercado inmobiliario.
- Muy ligada con el punto anterior, una negligente relación con el Instituto de la Vivienda de Madrid, el IVIMA, última salida social en temas de hogar.
- Doscientos cuarenta euros durante tres meses, o cuatro si se les da mucho la murga, con el fin de acallar menesterosas voluntades y sus estorbos.
- Un quiosco de helados, de los ofrecidos por el Ayuntamiento en época estival a los pobres. Más una ayuda excepcional de seiscientos euros para suministros, pero sin contrato ni cotización posible para cuando se acabe la ganga. Con la obligada necesidad de estar pegado al negocio durante todo el día para sacarle algunos céntimos. Y el peligro constante de destrozos, robos o agresiones de quienes no tienen otra cosa mejor que hacer.
- Una asociación sin ánimo de lucro llamada Progestión, cuyos fines son promover, elaborar y gestionar recursos dirigidos a ciudadanos en riesgo de exclusión social a través de proyectos de prevención, inserción, reinserción y autogestión mediante intervención directa. De la que sólo se recuerda el nombre cuando se deben justificar carencias. Y de la que las personas en riesgo de exclusión social ni siquiera tienen noticias.
- El proyecto europeo EQUAL. Su intención habla de un programa integral destinado a la inserción laboral de mujeres en situación de desempleo, que abarca desde la formación hasta la puesta en marcha de servicios complementarios de apoyo, y les permite desarrollar con plenitud su actividad profesional sin menoscabo para su vida familiar. Su aplicación muestra que de su inflado inicio quedan contadas mujeres sobrevivientes, sin seguimiento ni apoyo posteriores, llenas de deudas, rechazadas por los bancos al pedirles préstamos y absorbidas por sus negocios, donde llevan a sus hijos para poder hacer compatible su vida laboral y familiar.
- Cursos de autoestima exclusivos para mujeres que no disponen de trabajo ni de vida familiar dignos y soportan sus complicaciones emocionales. Este escabroso punto, útil sin duda y coherente en otros contextos, se revela aquí como una broma muy pesada. Es como quitar el pan a un hambriento y, como remedio para su mal, querer enseñarle después la manera de hacer una suculenta hogaza.
Frente a este suma y sigue, yo, Baldomero Descartes, he de confesar que soy una persona rica. Entre otros tesoros, tengo un nieto que estudió Trabajo Social en la universidad y, afrontando con valor las indeseables carencias que padecemos, se esfuerza cada día en ayudar a los más desfavorecidos. Hace verdaderos malabarismos para encajar las obligaciones legales dentro de la cínica realidad. El riesgo de hastío y decepción es grande, lo sé, pero todavía prevalece en su ánimo la franca vocación y el amor al prójimo.
Gracias a él he aprendido, con pelos y señales, lo que nos dictan las leyes y lo que muchos cabecillas se saltan a la torera sin el menor recato, degradando con sus acciones una institución tan primordial y conveniente para el conjunto de la sociedad. Hasta el punto de convertirla en unos desmañados, inaceptables y malolientes Retretes Sociales.

5 - La Calle de la Libertad
Hoy casi nos rodean más locales de empresas inmobiliarias que bares. Al ladrillo lo han convertido en un negocio sin parangón. Para quienes disponemos de caudales suficientes por trabajo, por herencia o por buena suerte, comprar una vivienda en la actualidad no tiene mucha complicación, ni en Valdemoro ni en ninguna otra parte de España. Sólo se debe disponer de treinta millones de las antiguas pesetas – algo más de ciento ochenta mil euros actuales –, o más, y pagarlos a tocateja para quitarse peso de encima. Renta mucho más que tener dinero en el banco. Cosa la mar de fácil cuando se dispone de capital sobresaliente.
Pero, ¿qué hacen quienes necesitan un techo para cobijarse cuando no disponen de tanta calderilla?
La Constitución Española de 1978 dice en su artículo 47: “Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos – comunidades autónomas y ayuntamientos – promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación. La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de las instituciones públicas.”
Sin embargo, la ausencia de una ley específica que haga efectivo lo que dice este párrafo constitucional, permite que se pueda especular con la vivienda. Si se da un repaso a las leyes que supuestamente nos amparan, se vislumbra que están diseñadas para que la mayoría de los mortales no se enteren de la misa la mitad. Su rebuscado lenguaje, confuso y alejado de lo cotidiano, es idóneo para hacer germinar la trampa y el trapicheo.
Así las cosas, hace poco más de diez años, en 1994, las hipotecas estaban al 14%, con un tiempo de pago máximo de 20 años. De repente, en 1998, bajaron el interés al 5,5% y el pago a 30 años. Ese mismo año, el precio de una hipoteca y el alquiler del mismo piso costaban lo mismo. Por ese motivo, muchas personas decidieron endeudarse con la compra de pisos, pese a no tener la intención inicial de ser propietarias.
Tras esta sutil persuasión están las grandes empresas constructoras. Ellas controlan el mercado y se hacen con las mejores zonas y los más provechosos solares. Tienen capital y tiempo suficiente para comprar y esperar años especulando, aprovechando el momento oportuno para vender cada metro cuadrado a precio de oro.
Las agencias de compraventa de inmuebles tiene el campo abierto gracias a una ausencia de control por parte de la Administración. Sus beneficios están entre el 10% y el 20%, aparte de hacer las tasaciones según les venga en gana. Notoria es también, en consonancia con el libre albedrío inmobiliario, la extendida falta de profesionalidad y formalidad de sus captadores y vendedores.
Los bancos se muestran en este punto como feroces e impasibles cocodrilos de larga digestión. Concediendo a sus víctimas hipotecas para pagar en 30, 40, 50 años, o los que hagan falta, con el ineludible pago de intereses. También se obliga a los propietarios a domiciliar sus nóminas y, de paso, a caer en la gestión de seguros, el paso de recibos de suministros, tarjetas de crédito y otros rentables gastos bancarios de letra pequeña.
Por si esto fuera poco, en el momento de la tasación del inmueble, los ladinos tasadores suelen superar el valor del mismo para conceder la hipoteca. Saben que la vivienda seguirá aumentando de valor, por lo que no tienen reparos en valorarla por encima. En un futuro no lejano, el precio dado será barato.
Los inversores inmobiliarios son como un amplio espectro de moscas ante un suculento pastel. Las propias empresas inmobiliarias, las aseguradoras, los bancos y cajas de ahorro, las cadenas hoteleras y otras empresas de potente transacción, son las organizaciones más interesadas en la vertiginosa subida de precios. Sus propietarios poseen los mejores bienes inmuebles y los más cotizados.
Las comunidades autónomas y los ayuntamientos se hacen cargo de las leyes dictadas por diputados y diputadas, las gestionan y las hacen prácticas. En el tema urbanístico, deciden qué terrenos se recalifican, pasando éstos de ser rústicos a urbanos o industriales, y también de industriales a urbanos. Las decisiones de quienes gobiernan estas instituciones enriquecen a los propietarios de los terrenos. Este aumento de valor se denomina plusvalía.
Cada ayuntamiento tiene un impuesto especial que grava o carga esta elevación de precio. Asimismo, los propietarios de los terrenos tienen la obligación de dar gratis a los ayuntamientos una parte de superficie para parques, zonas verdes, servicios necesarios, viviendas protegidas, etc.
Visto lo visto, no es difícil comprender por qué Valdemoro, contagiada por la fiebre ladrillera que infecta a todo el país, ha crecido con tanta desproporción estos últimos años. Sobre todo por las zonas donde los cabecillas y sus familiares tenían terrenos, y por los suculentos espacios apetecidos por las grandes empresas.
Con razón, cada vez más vecinos se quejan de esta situación, la comentan a diario y piden explicaciones y soluciones a los responsables. Para acallar clamores comunales, nuestro Ayuntamiento dispone de varios apaños: subvenciones o ayudas, viviendas de protección oficial y alquileres protegidos.
Las subvenciones son chapuzas de órdago que camuflan la especulación. Consisten en la rebaja del precio de la vivienda para jóvenes de 18 a 35 años. Da igual el sueldo o el poder adquisitivo del joven. Un joven pudiente y no necesitado puede beneficiarse de esta circunstancia, quitando la posibilidad a otras personas también jóvenes pero necesitadas. Encima, como si nadie mayor de 35 años tuviera problemas en este sentido, se margina por ley a otras personas que superan esa edad y padecen graves carencias de vivienda.
En Valdemoro, las empresas constructoras tienen la obligación de catalogar como Viviendas de Protección Oficial el 50% de las viviendas construidas. Esta protección consiste en abaratar su precio. No obstante, se sabe que de este 50% los responsables se quedan con la mayoría y dejan una pequeña parte de estas casas para repartir entre las personas que las solicitan.
La difusión o publicidad de estas viviendas subvencionadas debería ser tan clara como amplia. Sin embargo, las empresas obligadas a ello no lo hacen o lo hacen a hurtadillas, sin apenas llamar la atención, al contrario de lo que hacen con sus desprotegidas y caras residencias.
También se sabe que el resto de las viviendas guardadas en la manga se otorga a personas vinculadas a nuestro equipo de gobierno. Docenas de apellidos repetidos lo cantan en los buzones de los nuevos inmuebles. Bastantes de estos pisos se venden después a precio de mercado libre, gracias a trapicheos legales e intermediarios entendidos en escrituras y cánones de derecho de compra.
Los alquileres protegidos brillan por su ausencia en Valdemoro, en consonancia con el resto de la geografía española. La Administración ni siquiera hace un pequeño esfuerzo por potenciar esta alternativa. De todas formas, algunas familias han puesto el grito en el cielo y su clamor ha logrado sacar de algunos dirigentes políticos un par de empresas que ofrecen, con evidente desgana, alquileres menos caros.
La gestión de la vivienda pública en Valdemoro la realiza GESVIVAL, otra perra con el mismo collar. Su oficina, organizada por el Ayuntamiento, se encarga de ofrecer promociones de pisos a precios menos costosos. De momento, en septiembre de 2006, llevan dos solitarias promociones. La tercera saldrá cuando alguien se acuerde o sea el momento político oportuno. Las condiciones de acceso ni siquiera se saben todavía.
La ausencia de suelo urbano disponible hace que los traficantes de ladrillos lo valoren como diamante en bruto. Impunes por la ausencia de ley específica, favorecen la situación que padece la sociedad actual, donde la vivienda sube sin control ni límites.
Descontrol añadido es la incomprensión del Mercado Inmobiliario por su complicada estructura, sobre todo para quienes están al margen de sus pegajosas argamasas. El reglamento que lo envuelve es abundante y confuso. Esta maraña no es producto de ningún descuido, es premeditada y está hecha con aviesa intención. Ya se sabe, a río revuelto, ganancia de pescadores.
Arrastrados por este torbellino, la mayoría de la gente comenta que “el asunto de la vivienda está muy mal o muy difícil”. Como si dependiera del capricho de los vientos alisios, del magnetismo terrestre o de las corrientes marinas. Pocos se toman tiempo para averiguar por qué está así o, mejor aún, para descubrir quiénes hacen esfuerzos para que sea de esa manera.
Cualquier persona anciana de la Villa, valdemoreña de nacimiento o de padrón, se hace cruces cuando comprueba cómo la han ensanchado en un santiamén. Que el Santísimo Cristo de la Salud nos proteja.
Recuerdo cuando de niño acompañaba yo a mi abuelo paterno, trajinero de profesión, mientras transportaba cosas a los pueblos colindantes. Pinto, San Martín de la Vega, Titulcia, Ciempozuelos, Casarrubuelos, Torrejón de Velasco y Parla me parecían muy lejanos.
Mis infantiles ojos se abrían curiosos tras el lomo de la mula que nos llevaba con paso seguro y templado. Sin dejar de admirar aquel paisaje que abría mi horizonte, preguntaba sin descanso a mi bendito ascendiente el porqué de tanta hermosura descubierta. Él satisfacía mi curiosidad con palabras deleitosas y, al tiempo, añadía historias amenas y sobrecogedoras ocurridas en los amplios parajes valdemoreños.
Boquiabierto escuchaba, casi sin respirar, imaginándome protagonista de aquellos hechos. Cuando terminaba mi querido abuelo, su sonrisa bonachona y complaciente me avisaba del fin del relato y de la próxima llegada al punto de destino.
Hoy sé, con plena seguridad, que él disfrutaba haciendo llegar sus palabras a lo más hondo de mi corazón. Aquel lúcido abuelo mío, a quien yo llamaba “Lelo Baldo” con profundo respeto, llenó mi alma de sendas claras y aire limpio.
Cuando se casó mi padre, mi abuelo Baldomero, a quien debo nombre y gran parte de mi dicha, le dio tierras y reales suficientes para hacerse una acogedora casa. Él mismo se construyó la suya propia y ayudó a su hijo a construir la de su familia, con pozo, patio, cuadra y tierras aledañas.
Por aquellos días, entre los límites de la Villa y la casa de mis padres había un tramo de campo lo bastante extenso como para darse un pequeño paseo pisando tierra. Resistente a cambalaches y trastornos, esta morada sigue en pie, está entre mis heredades. Se encuentra sobre lo que hoy se conoce en Valdemoro como Calle de la Libertad.

6 - El S.A.C.O.
Si cualquier persona se ve en la necesidad de hacer un trámite administrativo, una consulta o, llegado el caso, hablar con los sujetos o las sujetas del Equipo de Gobierno Municipal de Valdemoro, ¡Oh, Dios!, que la santísima Virgen del Rosario la ampare entre sus Divinos Senos, porque dará más vueltas que una peonza y se verá más perdida que una cabra en un garaje.
El Misterio de la Natividad Virginal de Nuestra Señora, la Madre de Cristo, será un sencillo problema para resolver en comparación con los enigmas, penumbras, laberintos y confusiones que se encontrará en el Ayuntamiento, desorganizado redil de nuestra Plaza de la Constitución.
Si mis veteranas neuronas no me fallan, desde la instauración de la apañada monarquía-parlamentaria en 1975, llevamos más de treinta años compartiendo nuestra actual democracia. Sin embargo, en Valdemoro todavía no existe una oficina debidamente equipada y coordinada que atienda a sus ciudadanos.
Un servicio humano que sea guía para la obtención de recursos generales, para facilitar los obligados trámites burocráticos, para la solución de dudas administrativas, para cualquier información del Municipio o de la Comunidad, y para concertar cita con los departamentos sociales correspondientes o los responsables políticos.
Antes, cuando por estos andurriales nos conocíamos todos, ni siquiera pensábamos en esta clase de oficina. Nos las apañábamos comentando el asunto entre nosotros, consultando a la familia y a los amigos, o pidiendo clemencia a quien era oportuno, también vecino y cercano.
Por lo corriente, los hombres comentaban los asuntos comunales y cotidianos en las tabernas, tomando un vino tinto, o dos si eran con queso manchego. Las mujeres lo hacían en el lavadero, frotando telas y avivando chácharas, sin darse apenas respiro para tomar aire y recuperar fuerzas.
El alivio y la solución solían venir de la mano de la cordialidad y el entendimiento. Aunque también, en algunos casos, las comidillas, los cotilleos y las chanzas. A veces, estas lindezas vecinales, tan humanas como la Caridad, formaban rencillas indeseables, enzarzando a quienes hacían uso de ellas. Con todo, la sangre no solía llegar al río.
Aquellas fricciones evidenciaban las riquezas y los riesgos de la convivencia. El roce debe saber medirse, pues puede acrecentar tanto el cariño como las ampollas. Con más o menos acierto, las voces se hacían escuchar, hablaban. Era otra época, etapa cuyos colores no podemos ver hoy. De ella nos quedan las vívidas fotos en blanco y negro que, ampliadas por la nostalgia y el afecto hacia nuestro pasado reciente, adornan algunos muros de los recintos municipales.
Hoy no existe esa comunicación vecinal. Hoy no nos conocemos la mayoría. Esa distancia, pese a vivir puerta con puerta, se nos hace insalvable. El desconocimiento de nuestros vecinos nos priva de convivir, de conocer, de participar, de enriquecer nuestros valores morales comunes. Enclaustrados en lo que llamamos hogares, cuidamos y valoramos mucho más nuestros coches que nuestro propio crecimiento personal o nuestras buenas maneras hacia los demás.
Con este percal, no es extraño que no disfrutemos aún de un Servicio de Atención al Ciudadano Organizado. Ni que los responsables de nuestro gobierno se permitan publicar en el Boletín Informativo Semanal de octubre de 2005 que “a principios del año 2006 empezará a funcionar dicho servicio”, sin ser ello verdad como se puede comprobar.
En la moderna Valdemoro, los vecinos ya no hablan con un vaso de buen vino tinto entre las manos, ni las vecinas frotan telas y situaciones que necesitan limpieza. Los modos, las costumbres y los papeles han alterado la sustancia del vivir.
Dicen que hemos progresado. Haciéndonos cargo de ese progreso, necesitamos un S.A.C.O. donde quepamos todos. Pero no para ocultarnos y tirarnos al río según antojos, sino para que nuestros numerosos problemas personales, familiares y colectivos tengan un cauce efectivo de solución.

7 - Vacuos Ordinarios
Los Plenos que se celebran en los ayuntamientos son reuniones de sus concejales para tratar asuntos del gobierno municipal. Existen dos tipos de Plenos: los Ordinarios y los Extraordinarios. En los Extraordinarios se incluye lo que el equipo directivo decide para, una vez oídos los argumentos de cada grupo, someterlo a votación y aprobarlo o no por la mayoría de los concejales; a ellos pueden asistir los ciudadanos.
Los Ordinarios suponen un control al gobierno y constan de mociones o propuestas, de ruegos y de preguntas; a ellos también pueden asistir los ciudadanos para escuchar lo que se diga y, cosa importante, para hacer oír sus opiniones, sugerencias o quejas en los ruegos y preguntas finales.
A principios de año se establece un acuerdo entre los grupos políticos del Concejo para la celebración de los Plenos. En el acta de este año 2006 consta que el primer jueves de cada mes debe celebrarse un Pleno Ordinario, exceptuando las fiestas patronales y agosto, en cuyo caso se adaptarán al calendario establecido.
Hasta ahora, discurriendo septiembre de 2006, se han celebrado un total de cuatro Plenos Ordinarios: durante los días 16 de febrero, 20 de abril, 22 de mayo y 30 de junio. Para su difusión popular, como viene siendo norma los últimos años, se ha empleado una hoja de tamaño Din A4 y se ha colocado dos días antes en uno de los dos paneles que hay en la calle, a la derecha según se mira la entrada de nuestra Alcaldía, camuflada entre otras disposiciones municipales. Asimismo, estas cuatro reuniones han sido convocadas a las diez de la mañana.
Ni el Boletín Informativo Semanal ni el Mensual del Consistorio avisan de la celebración de estos acontecimientos, tan relevantes para todos al margen de ocupación o condición. Sólo el primero se digna a poner unas palabritas en torno a ellos, dejando en el tintero todo lo sucedido en los ruegos y preguntas de los Ordinarios. La página Web del Ayuntamiento en Internet tampoco da cabida a estas sesiones comunes y llenas de asuntos que nos conciernen.
Como es de suponer, a las asambleas plenarias de control al gobierno han acudido muy pocos ciudadanos. A la gran mayoría no les llega la escueta y corta información ofrecida por orden oficial. Las pocas excepciones a esta regla están encabezadas por familiares de concejales en el estrado, únicos favorecidos a los que les llega el aviso plenario directamente a casa.
Estos adelantados, más la parte correspondiente de policías, trabajadores municipales y personal de confianza, conforman las personas que de ordinario ocupan parte del salón. Entre ellos, de vez en cuando, se sientan vecinas y vecinos que llevan meses queriendo ser atendidos, gentes que han descubierto esta vía y su derecho, en un último y desesperado intento por hablar con los responsables del bienestar popular.
Cuando da comienzo el acto, una vez entrado el alcalde con premura y sentado con seriedad sobre la silla central de la tarima, se van leyendo las mociones presentadas. La exposición de cada moción, con argumentos y réplicas, termina con una votación de los grupos cantada por sus portavoces.
Al cabo de unas cuantas horas de charla, intercalando monsergas y descalificaciones, tiene uno la sensación de que a los políticos – y sálvese quien pueda – se les da bastante mejor hacer callar o anular a sus interlocutores que ponerse de acuerdo y solucionar los problemas de sus vecinos.
Entre la cháchara oficial, las muecas despectivas brotan a gusto, como cardos borriqueros en zonas áridas. Si algo más delicado o peliagudo se esparce por la sala, poniendo en entredicho la labor gubernamental, las tripas concejiles aprovechan para irse al excusado y, de paso, airear sus palmitos fuera del salón plenario. También se cuchichean cosas al oído, mientras los portavoces de la oposición derrochan párrafos.
Estos desplantes y secretos en reunión no sólo se han realizado hacia concejales de otros grupos políticos. También se han empleado con vecinos de nuestra Villa, sobre todo con aquellos a los que se ha intentado evitar por todos los medios habidos y por haber. Sobrellevando las argucias políticas, estos ciudadanos anónimos han puesto en jaque al equipo de gobierno en más de una ocasión durante los ruegos y preguntas finales.
Pese a todo ese derroche de arrojo y valía, demasiadas veces los resultados no son los buscados en última instancia. Estas almas llenas de argumentos se han sentado tan cerca de mí que, sin poderlo evitar, me ha salpicado el menosprecio, la burla y la indiferencia que sobre ellos vierten los apoderados municipales y parte de su camarilla.
El trato que nuestros cabecillas municipales dan a los ciudadanos que los increpan es bochornoso. Como si éstos fueran políticos de tres al cuarto, intentan acallarlos con marrullerías y se mofan de ellos en sus propias caras. En vez de escucharlos y ayudarlos como es debido, haciendo uso de sus obligaciones, prometidas o juradas en el mismo Salón de Plenos cuando tomaron posesión de sus cargos.
Pleno es palabra que procede del latín, lengua muerta en apariencia. Significa completo, lleno, con todos los miembros de la colectividad. Resulta irónico llamar Plenos a acontecimientos en los que la ciudadanía está desterrada. Sería mucho más coherente, viendo de continuo tantas butacas vacías y tan sobrada antipatía, llamarlos Vacuos Ordinarios. Vacuos, por ausencia y lejanía de la participación popular. Y Ordinarios, no por frecuentes, sino por ásperos y ramplones.

8 - El B.I.S. y el B.I.M.
A simple oído, estos nombres pueden relacionarse con dos simpáticos y dicharacheros personajes de historietas de dibujos animados. Con mayor sentido publicitario, también podrían ligarse con dos marcas de productos limpiadores.
Sin embargo, estas letras pertenecen a las siglas del Boletín de Información Semanal y del Boletín de Información Mensual del Ayuntamiento de Valdemoro. Dichas publicaciones, mantenidas también con dinero público, tienen como misión original la información objetiva de los ciudadanos valdemoreños, en relación con acontecimientos importantes que surgen o afectan a la Villa y a sus habitantes.
Si se echa un vistazo minucioso al B.I.S., se verá que tiene el tamaño de un palmo y un color gris azulado y monocorde. Farmacias de guardia, teléfonos de interés, fe de errores, extractos de plenos, cursos, servicios, noticias breves, obligaciones, ayudas, exposiciones, inauguraciones, actuaciones teatrales, consejos, viajes subvencionados, deportes, agendas, empleo y otras cuestiones variopintas están incluidas entre sus dieciséis páginas.
Su diseño invita a no leer su interior o a hacerlo sólo por encima con esfuerzo. De sus pequeñas, sobrias, apagadas y poco claras hojas, salen noticias entremezcladas, propensas a confundirse o a pasar inadvertidas con facilidad. Además, suele incluir informaciones que no se corresponden con la realidad y fotos que nada tienen que ver con los acontecimientos que aluden.
Pieza interesante es la frase “salió en el B.I.S., si no te has enterado es cosa tuya”, muy utilizada por todo tipo de encargados municipales a la hora de justificar cosas que se les reclaman. Aunque, una vez comprobado, se vea que no es verdad dicha publicación. De esta manera se lavan la responsabilidad, creyéndose a salvo por el desconocimiento y la dejadez de los vecinos solicitantes.
Se puede decir que el B.I.M. es el hermano mayor y sobrado del B.I.S., más lustroso, caro y con papel cuché. Su edición es más cuidada, atrae y da ganas de coger un ejemplar. Abierta su primera página, se ve el editorial, con foto estudiada y firma presidencial, envuelto por un tono siempre positivo, sin mácula, lleno de buenas y avanzadas acciones, iniciativas y beneficios para la población valdemoreña.
Después, y por orden de menor a mayor número de concejales en el Concejo, aparecen las opiniones de sus portavoces, reveladoras de irregularidades, de faltas de tino y de otras visiones políticas. Cierra estas opiniones, a modo de bocadillo, el portavoz del partido en el gobierno, quien se despacha a gusto intentando desprestigiar los párrafos de sus rivales políticos y reanimar los de su jefe de partido.
Una vez superada la resaca de esta confusa demagogia, intentando aclararse la persona que lee, dilucidando quién miente y quién no, se llega a los temas del mes seleccionados por el equipo de prensa del Ayuntamiento. Entre buenas fotos y colores diversos, los titulares encabezan cada artículo con palabras o frases positivas y hasta rimbombantes, descriptivas de una Valdemoro idílica:
“promesa cumplida, educación de vanguardia, presupuesto más social, vivienda joven y accesible, alegría y vitalidad mayor, el reciclaje como prioridad, compromiso con el medio ambiente, paz para todos los días, por una salud mental plena, Valdemoro mima su historia, mayor oferta educativa, un vivero de campeones, pioneros en ayuda a domicilio, 121 nuevos hogares, espectáculos con sabor, San Marcos bate récords…”
Las fotos publicadas, de tamaño y cantidad considerables, son el soporte más importante de la Revista Mensual. Estas imágenes encabezan y refuerzan las palabras cuyo espacio comparten. Para entendernos mejor, éstas son el cuerpo y aquellas la cabeza. Su poder va más allá de lo que muchas personas creen y eso lo saben muy bien los asesores de imagen del equipo de gobierno. Todas estas instantáneas muestran a vecinos tranquilos, atentos, sonrientes, pasándolo bien, divirtiéndose…
Entre estas personas fotografiadas es normal ver al actual alcalde de Valdemoro. Sin contar las numerosas portadas protagonizadas por él, su figura destaca en muchas fotos del interior, haciendo gala de prestancia y sonrisa cautivadora. En el número de junio de 2006, por ejemplo, y sin olvidar la portada que se le dedica, hay sesenta y nueve fotos, de la cuales veintiuna lo destacan como vedette principal del maravilloso espectáculo.

9 - Las Buenas Obras
Yo, Baldomero Descartes, vecino de Valdemoro, estoy en la etapa final de mi vida. Época que, por ascensión y logros, debería ser la Primera Edad y no la Tercera. A estas alturas, observo lleno de compasión cómo en importantes esferas políticas se hace uso del pillaje más ladino y de la demagogia más subrepticia y embustera, sin hacer caso del honroso significado de la palabra Dignidad, expresión mayúscula que debería llenar todo lo destinado al Ser Humano.
Lo común es no querer hacer práctica su decorosa definición. Lo contrastan muchas actuaciones administrativas públicas: de bombo, platillo, vestidos de punta en blanco, desfiles, canapés y bollitos de sabrosos gustos, y administrativas privadas: de gentes necesitadas de atención y recursos. Entre bambalinas oficiales llenas de pompa y disfraces carnavalescos, la consideración, la decencia, la honradez, el decoro, la integridad, el juicio y la capacidad se pierden como botones mal cosidos.
Sumergidos en el pozo de las verdades a medias y de las mentiras completas, por lo común no conocemos bien las obligaciones y competencias de los políticos que elegimos. Sabemos poco del juego democrático y hacemos menos uso de la responsabilidad individual para solucionar problemas comunales.
“Las cosas son así” o “qué le vamos a hacer” son comentarios que vagan por nuestras calles. Cada cual mirando su propio ombligo, nos fiamos más de lo que dice un cantamañanas, con medios para pregonarlo a los cuatro vientos y aliñarlo al gusto con tortilla y jarana, que de lo que sucede a nuestra vera y, además, nos toca las narices con alevosía e impunidad.
Convivir necesita comunicarse, entenderse, aceptarse y madurar. Y madurar implica comprometerse, cumplir con las obligaciones y no hacer fosos ni fosas con la indiferencia o la pasividad, sobre todo cuando es evidente el abuso y la injusticia, aunque a ésta la hagan Ley.
Entre productos como el B.I.M., el B.I.S., la Bolsa, el S.A.C.O y los Retretes, es inevitable el olor a rancio y los efluvios descompuestos. De ellos, aunque no queramos, bebemos y comemos todos aquí, incluyendo a los operarios elegidos que construyen y montan el tenderete con nuestros ahorros.
Un reciclaje de estos servicios, de las buenas maneras y del civismo práctico, lo que antes llamábamos urbanidad, no nos vendría nada mal. Programada esta educación de forma ordenada y sistemática, serviría de alivio y de valiosa oportunidad para mejorar la calidad de vida en nuestra Villa. Este detalle, viniera de donde viniese, pertenecería a la planificación de una buena política. No en vano, la palabra Política tiene mucho que ver con los conceptos de Orientación y Cortesía.
Pero esto parece no ser útil ni conveniente. Los esfuerzos van por otros derroteros en nuestra pueblerina democracia. Conozco de buena tinta los futuros proyectos urbanísticos diseñados para la futura Valdemoro. Gracias a la arbitraria especulación, hasta las cejas nos van a levantar ladrillos disfrazados de servicios, zonas verdes, equipamientos, accesos, ecología, salud, infraestructuras, deportes, calidad de vida y otras gaitas fuleras.
Todavía quedan suficientes metros cuadrados de apetitosas tierras valdemoreñas por profanar. Todavía hay terreno expropiable, recalificable o permutable, desde las últimas grúas que delimitan nuestro término en obras hasta las fronteras de los municipios colindantes. Todavía hay demasiados conejos deambulando a sus anchas por ahí afuera, por aquel extenso y lúcido campo que vio crecer a viejos como yo.
Veo con ojos cansados y llenos de cataratas, más por mediocridades que por carencias visuales, cómo se desvanece la esencia que nos alumbraba y se quiebra la consistente raíz que sostenía nuestras ramas. Las buenas obras siempre han sido amores, y no las buenas razones. Pero hoy, como si todos fuéramos adolescentes gráciles y camelados, nos dicen “te quiero” y no preguntamos “para qué”.
La Villa que vio crecer a mis coetáneos y a nuestros antepasados agoniza hoy. A la mayoría de los mayores no nos gusta este suceso ni un pelo cano. Pero es justo reconocer que también tenemos parte de culpa en todo este embrollo. Porque son nuestros hijos, maduros en apariencia, quienes la pueblan y dirigen. Valdemoro se salió por la tangente. El oportunismo con efímero poder, aquel que no ve más allá de sus estrechas narices, ha vendido su alma al diablo.


Valdemoro, septiembre de 2006.


Para contactar con Baldomero:
BaldomeroDescartes@yahoo.es